viernes, 2 de mayo de 2014

'La Abadía del Crimen': una obra maestra desconocida

Han pasado más de veinticinco años desde que saliera a la venta y su culto no ha hecho otra cosa que acrecentarse. Un libro recoge las interioridades del juego creado por Paco Menéndez y Juan Delcán.

Se le considera uno de los mejores, o el mejor, juegos hechos en España y es probable que no lo conozcas. ‘La Abadía del Crimen’ se lanzó a finales de 1987 y un libro publicado estos días, ‘Obsequium’, dedica más de 180 páginas a la obra de Paco Menéndez y Juan Delcán, una adaptación no oficial de ‘El Nombre de la Rosa’ que revolucionó el videojuego español cuando se puso a la venta a finales de los años ochenta.


Eran los llamados años de la “Edad de Oro” del videojuego en nuestro país pero en toda la década no se vio nada similar. Acostumbrados a títulos de plataformeo parecidos a los que dominaban las salas recreativas (‘Silent Shadow’, ‘Army Moves’, ‘Livingstone, Supongo’), la obra de Paco Menéndez y Juan Delcán supo colocarse un escalón por encima de sus competidores con una apuesta que, todavía hoy, parece marciana: encerrar al usuario en una abadía y retarle a resolver una serie de misteriosos asesinatos a lo largo de siete días.

Si La Abadía del Crimen se ha ganado su lugar en el hipotético salón de la fama del videojuego español ha sido gracias a una serie de motivos. Uno de los más importantes era su aspecto gráfico. En 2014 puede parecer poca cosa, una antigualla para nostálgicos del píxel, pero en el momento de su salida fue un golpe de efecto con todas las letras. ¿Por qué? Los otros juegos que utilizaban la perspectiva isométrica —la misma que ayudaba a crear la impresión de que el juego tenía tres dimensiones— no poseían la misma riqueza gráfica en sus entornos. Para que nos hagamos una idea, el escenario de ‘Knight Lore’ no era otra cosa que una sucesión de habitaciones cuadradas con puertas en cada una de sus paredes que no daban ninguna sensación al jugador de encontrarse dentro de un recinto cerrado. En la abadía que daba nombre al juego, uno podía pasear por la iglesia, las celdas, la cocina o el comedor, todos ellos perfectamente dibujados.

Gran parte de la culpa del preciosismo gráfico la tuvo Juan Delcán. En esa tradición milenaria española de no reconocer el talento que tenemos en casa, Delcán se ha convertido en un desconocido en nuestras fronteras que ha sido capaz de triunfar en el extranjero en diversos certámenes de publicidad. Estudió arquitectura, aunque nunca ha ejercido, y la publicidad y las artes visuales han sido su caballo de batalla. Reside en Nueva York en la actualidad y la banda irlandesa U2 se cuenta entre los muchos nombres que se han hecho con sus servicios.

Pero no sólo de preciosismo gráfico vivía ‘La Abadía del Crimen’. Paco Menéndez, el encargado de escribir el código, fue uno de los mayores genios que ha dado el videojuego en nuestro país. En su currículum sólo se cuentan tres juegos: ‘Fred’, donde tuvo una participación testimonial, ‘Sir Fred’ y el título que hoy nos ocupa. En poco más de cuatro años, Menéndez se labró un currículum a la altura de muy pocos creadores de videojuegos en nuestro país.

 Porque ‘La Abadía del Crimen’ era un juego complejo que obligaba al jugador a estrujarse los sesos para descifrar qué estaba pasando en aquel templo y por qué estaban muriendo sus habitantes. Los monjes de la abadía eran uno de los mayores logros que dio nuestro videojuego en aquellos años: un conjunto de píxeles sin vida que se movían por aquellas estancias como si tuvieran vida propia, fruto de una incipiente inteligencia artificial que no se había visto jamás por estos lares.

Puede que su sistema de control fuera frustrante de buenas a primeras —se diferenciaba mucho de los habituales cursores— y que su juego de cámaras desorientara al más pintado, pero el reto que proponía era apasionante. Un reto que no caló entre los jugadores en primera instancia. La prensa ensalzó el título pero el jugador no le dio ningún apoyo de buenas a primeras asustado, muy probablemente, por los motivos citados en este párrafo y por una curva de dificultad muy elevada, en la línea de los estándares de la época.

No fue hasta meses después, y gracias a la aparición de una guía en MicroManía, la biblia del jugón ochentero, que el público comenzó a tratar a ‘La Abadía del Crimen’ como uno de los suyos hasta el punto de convertirlo en un juego de culto en toda regla: maltratado en su estreno; venerado años después.

Desgraciadamente, Paco Menéndez no ha podido presenciar el impacto que ha tenido el juego entre todos aquellos que lo degustaron a su salida y entre los que lo descubrieron después. Víctima de fuertes depresiones, el genio madrileño decidió quitarse la vida en 1999, una tragedia que agrandó todavía más el culto que rodea al título. Un juego que se acerca a la treintena y que, gracias a ‘Obsequium’, se convierte en el primer videojuego hecho en nuestro país que protagoniza un libro. 

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